Una de las posibles formas de hacer que los hábitos alimentarios de la humanidad sean más sostenibles es comenzar a comer insectos comestibles. Una hipótesis repugnante para muchos y futurista para otros, que sin embargo, al menos en parte, ya es una realidad. De hecho, hace unos meses, la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) dio luz verde al consumo de polillas de la harina en galletas, pastas o barritas proteicas. Un experimento pionero para otros insectos, como los saltamontes. ¿Pesadilla con los ojos abiertos o esperanza en el futuro del planeta? A medida que se enciende el debate, la película The Swarm of llega a Netflix Solo Philippot, que parte de la idea del consumo de saltamontes para la humanidad para escenificar un drama familiar lacerante, que conduce a la obsesión y la violencia.
Un tema capaz de encender de inmediato el entusiasmo de los fanáticos de las películas de serie B (también alimentado por la campaña de promoción de la plataforma), que en cambio se declina de una manera mucho más autoral, como lo demuestra la inclusión de Lo sciame en la selección oficial de la Semana de la Crítica. del Festival de Cine de Cannes 2020, edición que no se realizó debido a Covid. La protagonista de la historia es Virginie (Suliane Brahim), madre soltera de dos hijos que dirige una granja de saltamontes, con la intención de superar la demanda de estos insectos y asegurar un futuro para su familia. Desafortunadamente, el negocio no sale como se esperaba y la mujer está en apuros económicos. Todo cambia cuando Virginie se da cuenta accidentalmente de que las langostas se reproducen más rápido cuando se alimentan de sangre. Tranquilizada por el descubrimiento, la mujer se entrega por completo a la causa, distanciándose de sus hijos y cayendo en un torbellino de locura y autodestrucción.
El enjambre: saltamontes sedientos de sangre en la nueva película de Netflix
Lejos de la dinámica del horror y los matices de la ciencia ficción, Lo swarm se distingue por un enfoque más hitchcockiano, que consiste en ocultar al máximo las langostas voraces del espectador y generar una tensión creciente en el espectador, a través de la música y elecciones de dirección, tiempos para intrigar sin revelar. En verdad, incluso en su primer trabajo, Just Philippot tiene éxito al menos en parte en la tarea, también acertando un par de secuencias genuinamente siniestras. Sin embargo, la elección de proceder por acumulación de tensión, sin el correspondiente avance de la trama, pronto atasca el mecanismo narrativo, que se vuelve redundante y no siempre atractivo.
En particular, The Swarm se ve afectado por momentos por el sutil equilibrio en el que se mueve el guión de Jérôme Genevray y Franck Victor, perennemente equilibrado entre el thriller psicológico de origen familiar y una reflexión sociológica y ambientalista sobre el territorio rural francés. La sorprendente actuación de Suliane Brahim, por tanto, no es suficiente, recordando lo mejor en sus venas más inquietantes. Charlotte Gainsbourg, para crear empatía hacia la familia disfuncional en el centro de la historia, aunque el director también intenta ampliar la discusión a los pares de los hijos del protagonista y a los medios a través de los cuales expresan su disconformidad o vergüenza.
Los saltamontes en los que se basa The Swarm se muestran caídos y casi nunca de manera convincente, a excepción de algunas tomas que permanecen sobre sus comidas a base de sangre. El epílogo de la película finalmente logra hacer estallar la violencia y la obsesión comprimidas desde hace mucho tiempo, pero ya es demasiado tarde para salvar una obra que corre el riesgo de hacer infelices a todos, precisamente porque es incolora e incapaz de tomar una dirección clara y precisa.
Etiquetasnetflix The Swarm: ¿Cómo es la película de Netflix sobre saltamontes sedientos de sangre?